el ciclon
Encaramado sobre mis zancos de guayaquil, contemplo el desolado paisaje;desiertos recintos habitados por la soledad. antaño bulliciosa orbe, hoy santuario del vacio.
Absorto, me pregunto, sobre el subito exodo, la repentina migracion, digo repentina, pues los humeantes fogones yacen aun atizados con los cuencos de barro cociendo los alimentos;y los pavorreales caseros aun graznan desde los arboles de tamarindo, presagiando un ominoso terror,
aun invisible para mi, salvo un debil rumor que parece venir del subsuelo.
A lo lejos, al fin logro divisar la oscura tromba; el nefasto embudo de viento, azotando la tierra.
los macizos arboles se parten como hierba, las desnudas raices , los troncos desgajados, y el mal espiral sembrando el caos a su paso.
Espantado ante la proximidad del ciclon, arrojo mis garfios de hierro, que se anclan firmes en unas grietas,mientras bajo y aguardo agazapado el terrible transito del huracan, que cercano a mi somero refugio en vertiginoso pandemonium de troncos, rocas y uno que otro cadaver volante, inexplicablemente calma su furia, e inmensa columna de ceniza, inclina su cabeza de tirabuzon mirandome con ojos de polvo,mientras sonrie mostrando sus dientes de relampago brillando en medio de la bruma.
¿Porque me miras asi, gran ciclon, acaso te sorprende verme aqui?pregunte casi sin mirar,
y la enorme masa de palpitante viento se limita a girar el rostro y volver sobre sus pasos.
Respondeme poderoso aliento,¿que demonio te mando asolar estas mansas comarcas?.
¿Porque destruyes a estas sencilas gentes, que pecado atroz cometieron para recibir tan terrible castigo?...
"No me envio ningun demonio, genio o leviathan" respondio el ciclon,"y la gente no huyo de mi"prosiguio el estruendo.
"Cuando llegue ya la gente no estaba, ellos no se fueron por mi, y no me mando ningun maligno, sino fue Dios quien me envio,a limpiar con mi aliento la ponzoña que arrojaste, a las moscas negras que pintaste en la frente de los niños, a los turbios efluvios de tu malsano respirar, que dispersas trepada en tus zancos.
Fue Dios el que me encomendo borrar tus negros designios, fue Dios, peste, Dios me encio
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