tucume
agazapado, entre filosas peñas, aguardaba, casi nocturna madrugada , el prodigio.
el cerro erizado de siluetas, hostigaba estrellas. desde aca , el valle serpenteaba como una culebra somnolienta, abajo, casi en las faldas de la montaña, yacian los gentiles en sus capullos de viento y arena, girando como peonzas de polvo.
todo calmo y callado instante, congelado en sutil atmosfera, propicia para un encanto.
un debil rumor se dejo escuchar, entre los vagos desvarios del silencio,
un sereno aleteo desgajando nubes dormidas, cada vez mas fuerte y ominoso.
como enormes lienzos flameando ciclones, la aparicion paso sobre mi, dejando un espeso y marino aroma, mientras las alas esnormes y pardas, quebraban en esquirlas la alborada,
inmensa criatura volante, de vientre lechoso, rematado en largo venablo cimbreante.
era ella, la madre, la hacedora, abajo los gentiles dejaron de girar, las lechuzas volaron espantadas, y en la cima, la laguna sagrada hendia su liquida membrana, para recibir en su seno, ala hermosa mantarraya que venia del mar.
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