El idolo
La larga fila de peregrinos perdiase en las distancias del ocaso;interminable columna humana, orando silenciosa, en medio de nubes de incienzo, canticos y letanias.
frente a la hormigueante masa, erguiase imponente, el dios supremo,cubierto de floripondios,
la fiera testa, armada de curvos colmillos,sedente la formidable mole de granito, parapetada en las laderas de la montaña sagrada, dominaba la majestuosa efigie, el paisaje circundante.
a sus pies, la multitud de orantes desperdigaba plegarias , apiñados y temerosos, arrodillados y sumisos, esperando aterrados, la minima señal, el divino prodigio de la monstruosa estatua que adoraban...hasta que el estruendo acallo los murmullos rastreros,espantando los chotacabras que anidaban en las cuencas del coloso. estremecieronse los fieles al oir el bramido hecho voz, y el sacerdote, la cabeza hincada en el polvo, las plumas esmeraldas, el aureo tocado,hablo cauteloso a sus seguidores:
"Nuestro Dios tiene sed",gimio,"por eso dibujo las grietas en nuestros campos y soplo la fiebre sobre las frentes, esta sediento, por eso las nubes de langostas, por eso los yacomes tapizando la tierra; tiene sed, sed de sangre , sed de entraña, es hora de inmolarse para saciar a nuestro padre lindisimo". el bramido horrisono interrumpio al anciano, que presuroso mando traer una veintena de prisioneros,nubiles guerreros de alguna batalla por el ocaso del padre sol, quienes resignados, los rostros cubiertos d e cinabrio, subieron la escalinata, que los llevaba al altar de piedra, donde el sacerdote, armado de filosa esquirla de obsidiana,dio inicio a la cruel liturgia.
rojas vertientes corrian sobre las manos de la deidad, que inexplicablemente, callo.
poco a poco, la multitud aliviada dispersose, con el alma tranquila por haber calmado a su dios y anocheciendo se fueron perdiendo entre la arboleda.
Al otro extremo, sobre la cabeza de la deidad, sintiendo ya la humedad nocturna, arrastrabase dentro del concavo tunel, que s ehundia en la nuca del idolo, un sapo regordete, que luego de protegerse del sol y los depredadores, salia al amparo de las sombras a cazar uno que otro grillo distraido, antes de abandonar la acustica cavidad canto desperezandose: "CROAC, CROAC".
En ese instante, el croar de el sapo, amplificado un millon de veces en la humeda caverna, se disperso terrible sobre el bosque, oyendolo la multitud de peregrinos,quienes pusilanimes se reagruparon y emprendieron nuevamente el camino de regreso, hacia la enorme efigie de su dios, que seguramente aun no calmaba su hambre y querria unos cuantos prisoneros mas para dormir tranquilo.
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